11 de mayo de 2010

30 días en la tierra de Van Gogh

Fotografías tomadas en Amsterdam: Namita Kholi (primera) y Tatiana Velásquez.

Mis ojos latinos miran ahora hacia Holanda, la tierra del inmortal Van Gogh, del delicioso queso Gouda, de la cerveza Heineken y de los hermosos tulipanes. Desde el sábado 8 de mayo estoy en Hilversum, a 25 minutos de Amsterdam, gracias a la Oscar van Leer Fellowship en periodismo y temas de infancia de la Bernard van Leer Foundation, organización con sede en La Haya interesada en mejorar el nivel de vida de los niños en países en vía de desarrollo.

Como parte de la fellowship estaré recibiendo clases diarias, durante un mes, en Radio Netherlands Training Center junto a otros cinco periodistas, también seleccionados por hacer de los temas educativos y de primera infancia noticia frecuente en sus países: Carmen, de República Dominicana; Namita, de India; Erick y Nick, de Kenia, y Kaninna, de Sudáfrica.



Mis primeros días aquí han estado marcados por el jet lag. Tras 10 horas de vuelo entre Bogotá y Madrid, y 2 más entre el Aeropuerto de Barajas y el Schiphol de Amsterdam, el malestar general ha sido inevitable. Con 7 horas de diferencia horaria cualquiera termina fácilmente desubicado. Claro, cómo no. Cuando en Colombia apenas amanece, en Holanda la medianoche está por llegar.

El malestar no me ha ganado del todo la batalla gracias a las pastillas constantes para mitigar el dolor de cabeza, el poco café bebido, las horas de sueño no negadas una vez el avión quedó atrás y la pronta reprogramación mental al horario local: la clave está en comer y dormir a las mismas horas que los holandeses lo hacen diariamente.

Las primeras fotografías e impresiones me muestran:

1. Una Holanda surcada por muchos canales, que forman un paisaje bonito, romántico y único. Quienes conocen Venecia dicen que el sistema de canales en la ciudad italiana es diferente.

2. Un país bastante verde y con conciencia verde: en las estaciones de tren la gente recicla al echar plásticos y vidrios en canecas distintas a las que utilizan para los desperdicios generales. También he visto varios botes que navegan los canales con avisos de uso eco-friendly de combustible.

3. Una sociedad que prefiere pedalear que ponerle el pie al acelerador. En el centro de Amsterdam, por ejemplo, sorprende ver la cantidad de bicicletas que un parqueadero, exclusivo para estos vehículos de dos ruedas, puede llegar a tener.

4. Un país fácil de conocer y disfrutar en tren. Los locales aseguran que se puede recorrer de norte a sur en menos de tres horas.

5. Una Amsterdam liberal llena de mensajes sugestivos en sus coffeeshops y almacenes: “It's OK to be gay in Amsterdam”. “Good girls go to the heaven. Bad girls go to Amsterdam”. “What happens in Amsterdam stays in Amsterdam”.

6. Un Red District Light donde la prostitución es un trabajo más y las mujeres se exhiben como mercancía en vitrinas. Tocan el vidrio con picardía a cuanto hombre pasa y las mira fijamente. Un distrito en el que también se anuncian shows de sexo en vivo, por las noches, y en el que las mujeres desnudas sonrojan a pocos.

7. Una cultura amante del té y café con deliciosos “soesjes”, donas muy pequeñas rellenas de crema dulce.

8. Carritos de comida chatarra repartidos en plazas y esquinas del centro de Amsterdam ofreciendo, especialmente, perros calientes y papitas fritas (frites) con variedad de salsas en conos de papel (como los que traen las crispetas o palomitas de maíz que se venden en cine colombiano).

Toda una variedad por conocer y digerir en menos de un mes. Hasta el próximo post.





ShareThis

No hay comentarios: