9 de marzo de 2010

Mitos rotos en serie


I.El bilingüismo no es como lo pintan


Las escuelas de idiomas colombianas, y el sistema educativo en general, venden una y otra vez lo que pareciera ser una verdad absoluta, o quizá una perogrullada. A los aprendices de lenguas extranjeras nos dicen que el bilingüismo en el primer mundo es un hecho.

Recuerdo que cuando recibía mis clases de inglés, dos veces por semana, en el colegio donde estudié bachillerato, la profesora nos repetía a mis compañeras y a mi que en países como los Estados Unidos hablar dos lenguas era parte elemental de la educación que recibían sus habitantes. Algo de cierto como de falso tenía aquella afirmación, y sigue teniendo en el mundo norteamericano de hoy.



Que los estadounidenses hablan una segunda lengua, que la mayoría en ese país es bilingüe, no es tan cierto como no los venden. Quienes allá hablan una segunda lengua son quienes tienen como idioma materno uno distinto al sajón. La lista es larga: español, mandarín, italiano, hindi o árabe, entre los mayoritarios.

Muchos inmigrantes, ya ciudadanos, a pesar de los años que han acumulado en la tierra del Tío Sam siguen mejorando minuto a minuto su inglés, o sencillamente no logran hablarlo, dado el reto de matizar el acento o de sus intentos fallidos por conseguir un habla más coloquial sin los formalismos que enseñan los libros de gramática.

No faltan quienes nacieron en los Estados Unidos y tienen poco interés en aprender otra lengua por física arrogancia. De allí que el chiste que se les escucha decir muchas veces sea más serio de lo que parece: quien habla cuatro idiomas es políglota, quien habla dos es bilingüe y quien habla uno es estadounidense. Muchos de ellos ignoraban, o siguen ignorando, la posibilidad de aprender una segunda lengua dado el estatus de lingua franca que tiene el inglés.

En los salones de clase no faltan los debates sobre la importancia de una segunda lengua —y hasta tercera— en medio de un mundo tan globalizado como el actual. En la clase de Introducción a los Negocios, que tomé el semestre pasado en un college de Delaware, el profesor hacía mucho énfasis en la amenaza que representaba para los recién egresados las masivas contrataciones de profesionales en ingeniería, procedentes de India. ¿Por qué?, llegó a preguntarse Gerry Cook, el catedrático. Porque están igual de capacitados que nosotros y con un inglés perfecto, aunque nos duela, —le respondió a la clase.

Y con ojos latinos pude percibir el miedo que le tienen a las segundas lenguas: luchan abiertamente para que el inglés siga siendo, además de la lengua oficial, la lengua de facto. Son tajantes al decir en sus conversaciones que los colegios no tienen porque ser bilingües, que quien pisa su territorio debe saber inglés y que las minorías no pueden pretender imponer su idioma. Y pueden tener razón. Sin embargo, los Estados Unidos son un conjunto de razas diversas y de sumatorias de minorías, que por momentos no convergen y dejan la sensación de que los años de la melting pot son cosa del pasado.

Al español, por ejemplo, le tienen miedo, ¡mucho miedo! El mismo escritor dominicano Junot Diaz, quien ha vivido la mayor parte de su vida en Nueva Jersey y ganó el Pulitzer en 2008 con La maravillosa vida breve de Óscar Wao, lo dijo en una entrevista a El País de España: “Estados Unidos tiene pesadillas en español”. Los latinos suman alrededor de 45 millones de habitantes en un país que sobrepasa los 300 millones y en los que unos 32 millones hablan español como primera lengua. Son la minoría más grande y, a paso lento, han ido ganando notoriedad. Para la muestra Sonia Sotomayor, jueza de la Corte Suprema. Claro, ella es la excepción de la regla. Ella cristaliza el sueño americano que para la mayoría de latinos no siempre termina siendo tan rosa.

Otra muestra de la lucha que se está dando para evitar que el español siga ganando terreno es la noticia dada a conocer a finales del año pasado: el dueño de un hotel en Nuevo México le prohibió a sus empleados hablar español entre ellos por miedo a no saber lo que pudiesen hablar de él. Las protestas, en una zona con alta población mejicana y en la que se habla más español que inglés, no se hicieron esperar.

Todos los Estados Unidos forman una Torre de Babel. En un vagón del subway neoyorquino no es extraño escuchar simultáneamente español, coreano, mandarín y, por supuesto, inglés. En el bajo Manhattan aparece Chinatown, grande y bastante poblado, con sus habitantes de ojos rasgados respondiendo en sus idiomas nativos, y en las cafeterías, a lo largo y ancho de la Gran Manzana, el menú del día pronunciado casi siempre en español.

Mientras tanto, a nosotros nos venden desde niños la necesidad de aprender inglés y nos alimentan el mito de una población extranjera capaz de hablar su propio idioma y hasta el nuestro. Lo cierto es que somos nosotros quienes debemos esforzarnos en hablar la lengua de ellos. Son ellos quienes imponen el orden mundial y poco interés parecieran tener en comunicarse con nosotros en español.

(Espere en el próximo post el segundo mito: No siempre se aprende inglés cuando se estudia en EU)




ShareThis

No hay comentarios: